Mis ultimas pinturas, dibujos y objetos responden a dos inquietudes. Por un lado está la necesidad de representar el mundo sentimental y social que me rodea, en una suerte de esfuerzo por comprenderlo y así mantenerlo a una distancia saludable; de ahí la ironía, el humor, o incluso el aire mágico de estas representaciones. Por otro, la voluntad de des-sacralizar tanto el proceso de creación como la obra de arte misma dotándolas de funciones tan prosaicas y profanas como agradecer o pedir.
Los retratos fotográficos en blanco y negro, antiguos y nuevos, inexpresivos, han sido un hilo conductor de mi trabajo. Pienso que esto se debe a una cierta obsesión por la muerte y por como esta nos mira desde el fondo de los ojos de los demás. En este sentido mi proceso de trabajo al transformar y reubicar a estos personajes en roles y en escenografías nuevas aspira o juega de alguna manera con la idea de “revivir lo muerto”.